Por Francisco Rubio Royo, Rector Honorario de la ULPGC y coordinador de Canarias Importa.
Comencemos, entendiendo el significado de mentalidad. Una mentalidad es un conjunto de supuestos, métodos o anotaciones en poder de una o más personas. La mentalidad también es el resultado de la visión del mundo o la filosofía de la vida de una persona. Una mentalidad puede estar tan firmemente establecida que cree un poderoso incentivo dentro de estas personas, para continuar aceptando comportamientos y elecciones anteriores. La mentalidad es muy importante para el éxito de las personas, así como para las comunidades y organizaciones de todo tipo. Una persona puede tener una mentalidad fija o una mentalidad de crecimiento.
El mundo ya estaba cambiando, y ahora lo va a hacer [de hecho lo está ya haciendo] más deprisa. El cambio, que es inherente al ser humano y a la naturaleza, cuando viene impuesto desde fuera, se encuentra con la resistencia de las personas con mentalidad fija, que con su inercia tienden a hacer las cosas como siempre las hicieron, o mantener las ideas que siempre tuvieron. Con esto, no estamos defendiendo un relativismo, ni ético, ni moral en lo que todo cabe.
Las personas tienden a no cambiar a menos, de no ser un caso de absoluta necesidad y que el cambio les puede beneficiar en algo, tanto tangible como intangible.
Si tenemos una mentalidad de crecimiento es más sencillo el cambio, aunque nunca es fácil. Si la tiene del otro tipo será más difícil, nunca imposible, aunque dependerá mucho del carácter, personalidad y talento de cada persona.
Desde esta perspectiva hablamos de cambio de mentalidad; no como forma de manipulación de la forma de pensar y de ser de una persona, organización, comunidad, pueblo o país. Por eso, es tan importante desarrollar en las jóvenes generaciones la competencia de pensamiento crítico.
¿Qué se puede hacer para cambiar, con propósito noble, la mentalidad de las personas o comunidades, de todo tipo? Es lo que debe adaptarse a un nuevo paradigma o forma de pensar y de hacer las cosas. Si se trata de una comunidad o un pueblo es necesario que el cambio sea asumido por todos los actores que la forman y que les afecta directa o indirectamente. A este conjunto de actores, que interaccionan entre si, se les ha llamado un ecosistema humano; es una aproximación de pensamiento que está resultando muy útil y gráfica.
Para hacer más sencillo, nunca fácil, el cambio, es necesario establecer en primer lugar el propósito del cambio. Es decir, para qué y por qué es importante el cambio. La respuesta a estas preguntas va del corazón de las personas a la acción o ejecución. Esto lo saben bien las grandes empresas que han llevado a cabo trasformaciones importantes.
O sea, para facilitar el cambio, y acelerarlo, es necesario que las personas a las que se les pide, perciban que les satisfacen algunas de sus necesidades, que les facilita alcanzar objetivos individuales o comunitarios, comodidad, facilidad de acceso y de uso, que perciban resultados -aunque sean pequeños- a corto plazo, que les aporten beneficios de algún modo, etc.
Para hacer esto posible, se necesita que las personas adquieran o tengan una “flexibilidad emocional” y resiliencia. En el caso de las organizaciones y de las comunidades se necesitan líderes adecuados y versátiles. Al tiempo, que las personas de la comunidad tengan criterio y acceso a una comunicación diversa y contrastada. Para la “gente de a pie” se necesita que escuchen y les emocionen las personas que son un referente para ellas, en las que confíen y crean; aun así, actuarán con cautela y prevención [que no las engañen], al menos al principio. El “boca a oreja” es un elemento también primordial en estos casos. Y esto es más fácil en comunidades pequeñas que en grandes.
La adquisición de las competencias citadas, y de otras, debe comenzar desde la escuela en los primeros años de las nuevas generaciones. Posiblemente el cambio irá acompañado de la emergencia de nuevos valores, no antagónicos con los pocos valores centrales que cada persona tenga. En este sentido, también, es conveniente ir creando una conciencia pública de la necesidad, que atraiga a la ciudadanía en general, viendo que se trata de lograr un bien que es para todos, sin que ninguna persona se quede atrás. Es lo que ocurrió cuando se consiguió la ULPGC.
Hay que tener miedo en la época actual, aunque no hay que dejarse arrastrar por el pánico.