Cualquier parte de una obra musical es indeterminada si se elige por azar o si su interpretación no se especifica con precisión. El primer caso se llama «indeterminación de la composición»; este último se llama «indeterminación de la performance». John Cage.
Las palabras de John Cage me sirven para reflexionar sobre los modos y la necesidad de plantear la indeterminación en la sociedad contemporánea. Para todos es obvio que no cabe esperar nada certero o totalmente definido en el momento actual. Una prueba de ello es lo sucedido en los últimos meses (covid-19).
La vigencia de esta cita de Cage se demuestra especialmente en el segundo caso, la “indeterminación de la performance” (por lo menos por el momento actual). También es el enfoque que tratamos de considerar para los proyectos que acometemos en el estudio. Mi deformación profesional me lleva lógicamente a usar como ejemplo el arte y la arquitectura (y en concreto al urbanismo); ahí es obligado, hoy en día, ser consciente de esa necesidad de dar cabida a lo indeterminado. Pero esta conveniencia, pienso, es extensible y aplicable a cualquier tipo de iniciativa que requiera de una planificación a largo plazo.
John Cage pertenecía a un grupo de artistas de los 50 que creyeron que cierta ‘holgura’ interpretativa enriquecía sus happenings. La diferencia entre el azar y la indeterminación según Cage se encuentra entre una pieza compuesta con margen para la interpretación y los dos extremos: una pieza cerrada de final programado o una pieza aleatoria (como por ejemplo Erratum Musical de Marcel Duchamp).
Lo mismo ocurre con cualquier proyecto o planificación, en el que hay que definir la estructura adecuada. A priori parece acertado decantarse por una estructura organizada, pero que deje margen para la interpretación, ya que es precisamente en aquello que no está perfectamente acotado, dónde se produce espacio u holgura para nuevas ideas, nuevos proyectos y sinergias que no podrían suceder en algo completamente planificado y dispuesto.
Es más, un objetivo a largo plazo se puede alcanzar mejor si se incluyen metas a corto, suficientemente abiertas para que el éxito o el fracaso del conjunto no dependa de ellas. Estos proyectos, por tanto, deben dar cabida a resultados indeterminados.
La indeterminación conlleva necesariamente planteamientos nuevos. Fomenta la contextualización, ya que cada acción indeterminada requiere la improvisación a partir de las circunstancias concretas de cada momento, y por tanto, rechaza planteamientos dogmáticos, tradicionales o disciplinarios, favoreciendo la trans-diciplinariedad y la creación desde el ‘cuestionarlo todo’.
Volviendo al símil de la música, un proyecto a largo plazo necesita una estructura soporte que lleva a un objetivo concreto y que agrupa los ‘espacios’ de indeterminación bajo un mismo enfoque. Esta estructura tiene que tener un orden de ‘naturaleza débil’, que deje hueco para la indeterminación en la cual los distintos actores (performadores) puedan actuar con cierta libertad.
Cuando hablo de naturaleza débil me refiero a un orden más flexible y por tanto también más resiliente. Eso no significa que este no sea un orden potente, lo es precisamente por capacidad de adaptabilidad. La analogía perfecta es la del bambú o las estructuras delicadas de los invernaderos que forman parte de nuestra identidad paisajística, pero por los que incluso se puede andar. La flexibilidad y su trabajo en red (o en un sistema) de los invernaderos es lo que, aún siendo débiles por naturaleza o materialidad, sin embargo, les hace fuertes a la hora de soportar las cargas de personas o del viento.
Es en los sistemas de carácter rígido —que insisto, no es igual a no planificados— donde no puede suceder el acontecimiento dinamizador, lo creativo, lo participativo, aquello que logre crear un nuevo movimiento, escuela de pensamiento y como en este caso un modelo de transformación. Es ese enfoque intermedio —entre el azar y los planteamientos cerrados— el que aquí propongo, y que intuyo, ya lo incorpora esta iniciativa en su DNA; desde su inicio.
El Consejo Social de la ULPGC, a través de la iniciativa CANARIAS IMPORTA, parece plantear una estructura y red social que permita acciones particulares y públicas —muchas aún por determinar— bajo un enfoque único y de transcendencia significativa. El desarrollo económico y social de las islas, lo plantea desde un modelo sostenible y de bienestar que tenga la capacidad de adaptarse, en cada momento, a posibles situaciones venideras. Para ello busca identificar una serie de elementos que produzcan una transformación continua que se va definiendo a medida que progresa y que son de características más o menos indeterminadas. Como Cage establece unas pautas y una planificación en las que los distintos actores de muchos sectores diferentes, con cierto grado de autonomía y proyectos a corto plazo, irán conformando nuestro futuro para las islas. Únicamente así se podrá lograr un modelo que soporte los cambios continuos de la sociedad contemporánea. Una estructura organizativa que mantenga el entusiasmo de aquellos que queremos trabajar con ilusión en el desarrollo del gran potencial de las islas.
…recordemos que Cage incluso aceptaba la risa como respuesta válida en sus piezas…